sábado, 26 de enero de 2013

Bernabé es alfarero


Bernabé es alfarero. Hace cazuelas, comales, jarros, vasos, candeleros, adornos para la casa y también hace pipas.

El barro lo recoge de la falda de uno de los tantos cerros donde está enclavada Zongolica, Veracruz, importante región productora de maíz, naranja, café de altura y mango, cuyos pobladores son trabajadores en extremo y tienen fama de aguerridos.

El barro que recoge Bernabé lo tamiza en el mismo lugar donde lo extrae, para llevarlo a su taller listo para trabajar.

Sus pipas son de origen nonoalca, civilización descendiente de los toltecas pero afiliados culturalmente a los teotihuacanos.

No son para fumar, aunque algunos las utilizan para eso; las hace porque se usan para quemar incienso o copal durante las festividades religiosas, como adorno o se tienen por curiosidad.

Sus pipas asemejan a los caballeros águila aztecas o contienen alusiones a macanas, arcos, flechas, plumas, calaveras, ranas, serpientes.

Bernabé hace 400 pipas al año, como el tributo de 400 plumas hermosas que pagaba el reino de Zongolica al Emperador Moctezuma, y todas las vende, cada una entre 40 y 80 pesos.

Pero no vive sólo de eso. Su principal ingreso es la elaboración de productos de barro para cocinar.

Él fuma en pipas que él mismo hace con las ramas de árboles palo mulato y guarumbo que han caído al suelo naturalmente. Habiendo caído la rama, él corta la parte para sus pipas, la entierra donde sólo él sabe y ahí las deja tres o más años.

El guarumbo, además, es remedio que han usado en su casa para los males de la sangre y la diabetes, que su bisabuela enseñó a su abuela, ésta a su madre y ésta a él.

Hay trozos de ramas que se pudren, pero hay los que sobreviven y ganan fortaleza. De éstas hace sus pipas.

En Zongolica hay dos pequeños productores de tabaco que ellos mismos cultivan y procesan. Se trata de un tabaco negro, ácido, de gusto y aroma muy fuertes. Sin embargo, algunos fumadores de pipa no son de tabaco tan fuerte, así que los productores lo mezclan con tabaco rubio que compran en Nayarit, San Andrés Tuxtla o Coscomatepec. Éste apenas y sabe a tabaco, pero huele muy bien.

Bernabé gusta de tabaco fuerte, “ si no, pa’ qué fumarlo”.

Un domingo va a Córdoba, otro a Orizaba, otro a Fortín y otro se queda a vender en el mercado de Zongolica. Fuera de estos días está en su taller elaborando cazuelas, jarras, vasos, comales, candeleros, adornos para la casa y pipas. Todo de barro.

Las pipas de madera son para él. No las vende ni aunque le ofrezcan mucho.

Un alemán que visitó Zongolica le pidió una pipa. Bernabé no se la quiso hacer. El extranjero, haciendo un intento para convencerlo le ofreció 1,500 pesos. Bernabé no quiso. El alemán le ofreció el doble y tampoco quiso.

No importa lo que le ofrezcan, él hace pipas para él y sus hijos. Es su gusto, no su medio de vida.

Bernabé fuma su pipa todos los días que va al bosque a recoger ramas para el fogón del horno, cuando busca barro bueno o va a las barrancas a observar las copas de los árboles, los riachuelos, las nubes, el cielo.

Y después de la cena, reunidos en casa entretenidos en las últimas faenas del día, siempre fuma su pipa, la única pipa que tiene.

Vive con su mujer y dos de sus seis hijos. Cuatro de estos se fueron a trabajar a distintas ciudades y de vez en cuando van a visitarlo.

Es abuelo de doce y bisabuelo de uno.

A cada hijo e hija que cumple diecisiete años, Bernabé le hace una pipa de palo mulato o guarumbo y se la da con una bolsa de cuero con tabaco, porque a esta edad ya son hombres o mujeres.

En su pequeño terreno está su casa, su alfarería y un huerto donde tiene dos árboles de naranja, uno de higo, uno de manzana criolla y cinco matas de café, que él procesa y es el que consumen en casa y queda algo para vender, así como rosales y otras flores hermosas. También tiene gallinas, tres puercos y una vaca lechera de donde obtiene la leche para su consumo y para vender. Sabe elaborar quesos distintos, y cuando mata un puerco o una vaca, come una pequeña parte y lo demás lo vende.

Siete u ocho días antes del doce de diciembre, parte, caminando, de Zongolica hacia la Ciudad de México, para estar el mero día doce en la Basílica de Guadalupe, para honrar a la virgen que tanto ama y respeta.

Ella le ha dado todo lo que tiene: esposa, hijos, nietos, bisnieto, habilidad para el trabajo, salud para él y su familia, su casa, su terreno, los cerros, la madera, los frutos de sus árboles, el barro, el fuego de su horno y la alegría para vivir feliz y tranquilo porque: “me dio manos para trabajar y cabeza para hacer bien mi trabajo”.

Él no corta árboles para el fogón de su horno; recoge ramas caídas, compra leña y carbón en la carbonería del pueblo, donde también compra petróleo para sus quinqués, pues aunque hay electricidad en Zongolica, donde él vive escasea el suministro de energía.

A sus diez años de edad empezó como ayudante de su padre, que fue alfarero así como el padre de éste.

Ya es imposible rastrear los años que la familia de Bernabé se ha dedicado a la alfarería, pero él dice que sus primeros tatas (sus ancestros), hacían vasijas y ornamentos para los reyes de Zongolica.

Sesenta y cuatro años lleva trabajando como mula y aún así su cuerpo luce fuerte y su mente es lúcida. No le duele nada, duerme como niño: se acuesta a las ocho y se levanta a las cuatro; se alimenta como joven y no piensa en el futuro.

La vejez para él no existe:

-- Cuando llegamos a viejos todos morimos y nos vamos con nuestra madre la Virgen de Guadalupe, para encontrarnos con nuestros padres y de ahí en adelante por toda la eternidad, estaremos juntos alrededor de nuestra virgencita.

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Veracruz, tierra de mis amores, donde los viejos no existen; son y serán eternamente jóvenes porque el arduo trabajo cotidiano y la alegría para vivir no les dan tiempo para pensar en el mañana.

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