sábado, 26 de enero de 2013

Cuatro generaciones de mujeres


Domitila fue mamá a los 17 años de edad, abuela a los 36 y bisabuela a los 55. Su única hija le dio dos nietas y un nieto, y la única sobreviviente de los tres le ha dado a la bisnieta, quien dentro de pocos años estará en edad de ser mamá. 

Ofelia, la nieta, está esperando otro hijo desde hace cuatro meses. Y el hijo es esperado con emociones encontradas, porque una boca más que alimentar no es cualquier asunto, por más que Dios les provea el sustento. 

Hoy Domitila tiene 65 años a cuestas. 

Cuatro generaciones de mujeres campesinas de las afueras de Tantoyuca, poblado ubicado al norte del estado de Veracruz en una zona montañosa de la Huasteca Veracruzana, apreciado por su clima fresco y húmedo, y su exuberante vegetación. 

Las cuatro mujeres viven solas. Los respectivos maridos de las adultas han muerto o se han marchado de ahí. 

La gran parcela de Domitila de 14 500 metros cuadrados fue herencia de su padre y hermanos, quienes renunciaron a la posesión en su favor. Ahí cultivan maíz, frijol, chile, calabaza, haba, chayote, camote, papa, zanahoria, hierbas de olor como el epazote, el cilantro, el perejil, el romero y la tlanepa, también conocida como hoja santa; tienen hierbas para remedios curativos y árboles frutales de naranja, limón, guayaba, granada, manzana y membrillo. Hay, también, veintisiete matas de tabaco: veinte de tabaco rubio y siete de oscuro. 

Crían gallinas, tienen patos, puercos y hartos perros que han adoptado porque sus corazones no les permiten ver a estos animalitos tristes, solos y muertos de hambre; que de todos modos comen mal con ellas, pero algo les dan; sobre todo, cariño. 

Las cuatro mujeres fuman puros elaborados por ellas mismas, todas las noches después de cenar. La chiquita no prepara su puro, a ella le dan a probar. 

Elaboran su puro al gusto de cada quien, con más o menos tabaco de cada clase según les apetezca en el momento; grande y grueso, grande y delgado, pequeño y grueso; en fin, como se les antoja. 

La goma con que pegan la capa o forro del puro la extraen de un árbol de la región. 

Encienden sus puros, prenden la radio o la televisión y con el puro en la mano o en la boca se sientan a conversar hasta que, una a una, según acaben de fumar, se van a dormir. 

Domitila y su nieta Ofelia también fuman por la mañana y al medio día. 

Sus hojas de tabaco las cortan una a una de cada mata cuando notan que está en su momento. 

La actual especialista para detectar cuándo cortar las hojas de tabaco es Ofelia. Ella observa y toca las hojas cada cierto tiempo; cuando una hoja ya está buena la corta con cuidado, la limpia y la lleva a la palapa que les sirve para casi todo: secar el tabaco, los granos, almacenar leña y carbón, petróleo; en fin, tantas cosas. 

Cuando las hojas de tabaco han alcanzado el color y consistencia deseados, Domitila toma, por un lado los rubios, por el otro los oscuros, y con cada clase coloca las hojas juntas, cara con cara, revés con revés, las enrolla y envuelve en una tela de algodón, para pasar estos rollos a una gran alacena de madera y techo de teja donde se quedarán así algunos días. Pasados los días son desenrollados, vueltos a colocar, colgados, en la palapa, para luego formar ladrillos de hojas, apenas apretadas, donde se quedarán de 12 a 18 meses antes de ser vendidos o consumidos. 

Domitila reserva una cantidad de tabaco para su consumo y el excedente lo vende a un estanquero que le paga 20 centavos por gramo del rubio y 15 centavos del oscuro. 

En los buenos años de cosecha han logrado 150 kilos para vender al siguiente año o dos después, según si las hojas ya están buenas para el mercado. 

Antes iba a vender puros en las afueras del mercado de Tantoyuca; ahora le es más cómodo vender su producción de hojas ya curadas, fermentadas y guardadas, aunque obtenga menos dinero por ello. 

Como sea, vender los excedentes de sus granos, frutos y hortalizas ayuda a complementar los ingresos de la casa que les sirve para comprar lo poco que necesitan para vivir y disfrutar. 

Uno de los pequeños lujos que se dan es fumar sus puros todos los días mientras descansan. Otro de sus lujos es ir a la fiesta del pueblo cada año. Uno más, que se dieron el año pasado, fue una gran televisión que compraron. 

Les gusta tomar aguardiente de caña mezclado con el jugo y la pulpa de alguno sus frutos y miel o, simplemente, con refresco de cola, de limón o de naranja. Lo toman antes de salir de casa para atender la parcela cuando será un día fresco o frío, o cuando el sol está muy fuerte y el trabajo pesado, y todas las noches para acompañar sus puros y sus pláticas. Y a la niña le dan probaditas. 

Ropa y zapatos o sandalias compran a veces, cuando lo que tienen no admite remiendo alguno y siempre compran antes de ir al baile. 

En uno de estos bailes Ofelia se embarazó, hace poco más de nueve años, y se casó con quien la preñó y él, a los seis meses de ello, se fue al extranjero; en el baile del año pasado volvió a embarazarse, pero dos meses después quien la embarazó se fue del pueblo. Pero esto no es problema para ellas estando juntas. 

Esperan todas que sea un varón y que este varón sea bueno y vea por ellas. 

Una boca más que alimentar… Dios proveerá. 

A Domitila le gusta el tabaco fuerte, por ello prepara sus puros con más tabaco oscuro que rubio; a la hija de Domitila le gusta el tabaco suave, por ello hace sus puros con el rubio, pero Ofelia agrega un poco del oscuro a sus puros, o, a veces, la capa de sus puros es una hoja oscura, lisa y preciosa, como azabache. 

Y según tengan tiempo para fumar, hacen sus puros grandes o pequeños. 

Fumar sus puros por la noche, además de la paz que les proporciona, ahuyenta a los mosquitos que en épocas de lluvias abundan en Tantoyuca. 

Cuando la niña cumpla catorce años podrá hacerse sus puros y beber su aguardiente con las demás mujeres de la casa. Es el inicio de la edad casadera, dice Domitila, y para entonces ya debe saber fumar, beber, bailar, coser ropa, cocinar, preparar la tierra, cosechar y hacer labores domésticas. 

Ofelia no quiere que a su niña le pase lo que a ella, la abuela y la bisabuela, por eso se la quería llevar lejos de ahí: a Xalapa, el Puerto de Veracruz o a la Ciudad de México, pero se embarazó Ofelia y los planes se retrasarán por unos años más y, probablemente, ya no puedan irse de ahí. 

Cada Día de Muertos más el día del cumpleaños de sus difuntos, junto de la fotografía de cada uno de ellos ponen veladoras, hojas de tabaco, encienden puros como ofrendas y rezan largo tiempo, para luego beber su aguardiente, fumar sus puros e irse a dormir. 

Domitila ve a su descendencia crecer y madurar, sufrir y divertirse, hacer hijos, y sabe que nunca se irán porque ella no pudo irse, tal como su madre tampoco pudo. 

Viven atrapadas en su parcela de 14 500 metros cuadrados, explotándola cuidadosamente, mimando y cosechando todos los productos que les da, y Domitila sabe que el humo de sus puros y el aguardiente las harán dormir felices y cansadas, para levantarse a la mañana siguiente listas para trabajar, como si el ayer se tratara de algo tan antiguo que es difícil de recordar. 

Cuando ella muera, Ofelia será la señora de la casa. 

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Veracruz, tierra de mis amores, donde cuatro generaciones de mujeres, más las que se han ido y las que vendrán, conviven juntas amorosamente arropadas por el humo del tabaco y el dulce aguardiente.

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