sábado, 26 de enero de 2013

Somos lo que dimos, dimos lo que somos


Elvira, contadora pública y empresaria dinámica, decidió ser profesional independiente desde que cursaba poco más de la mitad de sus estudios profesionales.

Inició como auxiliar en un despacho de contadores cuando tenía veinte años de edad; a los veintidós era especialista en los pagos al Instituto Mexicano del Seguro Social, y a los veintitrés, año en que se graduó, era titular de cuentas de empresas pequeñas.

A los veinticinco años de edad se independizó. En la casa de sus padres instaló su pequeño despacho contable, que abrió con cinco clientes. A los tres años alcanzó la cantidad de diecinueve pequeñas y medianas empresas, y setenta y tres profesionistas independientes a los que llevaba la contabilidad para pagos de impuestos federales y locales, y gestionaba para ellos todo tipo de permisos y trámites.

Toda esta actividad la obligó a contratar a dos contadores auxiliares.

Hoy, después de dieciocho años como profesional independiente, Elvira es dueña de tres despachos contables y de gestoría, uno ubicado en Minatitlán; otro, en Coatzacoalcos y el otro, en la Ciudad de Veracruz. En todos estos da empleo a veintitrés veracruzanos.

Si bien, como ella dice, no es una gran empresa la suya ni lleva las cuentas más importantes de Veracruz, está satisfecha con sus logros profesionales y personales.

Vivió con el hombre de su vida, del cual enviudó a los doce años de matrimonio; tiene tres hijos a los que adora, cuida y consiente, y todas las vacaciones de los niños ella los lleva de paseo a alguna ciudad del país.

Elvira está pensando vender su empresa. Ella sería feliz si pudiera tener un pequeño despacho como cuando empezó en casa de sus padres, para así estar más tiempo con sus hijos, pero sabe que eso tomará tiempo.

Aprendió a fumar en pipa con su marido, jugando, curioseando, preguntándole sobre tabacos y pipas.

Un domingo de cada mes ella y su marido hacían una comida en su casa a la que invitaban a los amigos y familiares. En tales reuniones fumaba pipa después de comer y así hizo mientras vivió su marido.

Cuando éste falleció de un infarto, Elvira estuvo a punto de vender las pipas, tabacos y accesorios que habían sido de su marido; incluso había hecho un trato con un coleccionista de pipas de Córdoba, Veracruz; pero se arrepintió, no vendió las pipas y ahora fuma una pipa cada noche, una vez que sus hijos van a la cama, y los fines de semana también fuma después de comer.

A los dos años de viudez inició una relación con un ingeniero químico de Coatzacoalcos al que veía cada sábado; luego, dos veces por semana; luego, todos los días. Así duraron cerca de un año y medio, porque el ingeniero químico quiso formalizar la relación para unir sus vidas y Elvira se preguntaba: “¿Para qué echar a perder una relación tan bonita?” Además, los hijos de Elvira evitaban el contacto con el ingeniero y a éste no le parecía correcto que Elvira fumara pipa.

– Ya tuve dos papás y con eso basta. –Pensaba Elvira.

Ahora, ocasionalmente sale con algún amigo a tomar un café, comer, tomar la copa o a bailar. También sale con las amigas una vez por semana. Le gusta divertirse, pasar el rato con alguien, hablar de temas distintos de la familia y el trabajo, aunque, en general, acabe hablando de esto.

Le dijo a sus hijos que fuma pipa para recordar a su padre; que cada vez que fuma en una de sus pipas lo recuerda con esa pipa en las manos o en la boca; incluso puede imaginar la ropa que usaba y algunos momentos o charlas en particular…

– Fumo para que me acompañe su papá, porque cuando fumo recuerdo cómo le gustaban sus pipas y sus tabacos, me vienen a la memoria historias que me contaba; pero no siempre que fumo pienso en él, las más de las veces pienso en ustedes y en mí.– Decía a sus hijos.

Y es verdad: Para Elvira el momento en que fuma una de sus pipas es especial, es de y para ella sola, situación difícil de lograr para una madre y activa empresaria. La pipa es para ella el momento de paz y de disfrute individual de cada día en que puede escuchar su música, leer su literatura o sólo para pensar o no pensar y descansar. El sabor y aroma del tabaco la ayudan a encontrar momentos de relax que necesita, según ella, para mitigar el estrés de la casa, los hijos, el negocio, la economía y demás. Los suaves tabacos Virginia, Virginia con un toque de Burley u Oriental que fuma le provocan sensaciones olfativas y gustativas que le gustan mucho.

– Que haya a quien le gusten los tabacos aromatizados me parece una aberración. –Decía su marido, y Elvira piensa lo mismo, pero no por imitación a él sino porque ha probado tabacos aromatizados y no ha sabido encontrarles el chiste.

Elvira conoce el sur del Estado de Veracruz como pocos veracruzanos. Una o dos veces por mes lleva a los hijos a las playas, ríos o hermosos poblados del Estado; comen los deliciosos platillos regionales, les platica de las historias de los lugares y les cuenta cuentos sobre personajes locales. Ahora los hijos saben de playas, ríos, poblados y personajes veracruzanos más que sus amigos. El hijo mayor será literato o historiador, a decir por lo bien que cuenta historias y cuentos y lo mucho que disfruta al hacerlo.

A Elvira le gustaría que sus hijos fueran felices, profesionistas triunfadores y excelentes padres de familia. Los tiempos que les tocarán a ellos serán difíciles, piensa Elvira, por eso es que los motiva a estudiar, leer mucho y ser los mejores en todo lo que emprendan; pero los hijos, ahora, lo que más quieren es divertirse, ir al cine, a las fiestas de los amigos, comer deliciosos postres, escuchar su música, vestir sus ropas… vivir sus vidas de la forma en que los jóvenes lo hacen.

La atractiva apariencia de Elvira es adornada por su hermoso interior que año con año es más bello. Ese interior suyo alberga una mente sabia que sabe escuchar, dar consejo, ánimo, infundir vigor y confianza con la voz más dulce que se pueda escuchar. Bromista como muchos de los veracruzanos, sus bromas son señal de su gran inteligencia. De amplia cultura y con una posición bien establecida no se ha alejado de la gente; es una mujer de la sociedad común que sola, con sus hijos o amigos camina por las calles, visita los parques y jardines, hace sus compras, no niega el saludo ni se oculta tras el velo de su triunfo empresarial o hace de éste su estatus. Esto es lo que menos le gustaría ser.

Nunca fuma la pipa en público, pero no porque considere que sea inapropiado, sino porque para ella fumar es un diálogo consigo misma, conducido por los sabores, aromas y figuras del humo del tabaco que expulsa por su boca. El humo le acaricia el rostro y esas caricias la hacen entrar en una paz que necesita, como necesita de los alimentos, los hijos y el afecto de las personas; por eso sabe dar afecto tan naturalmente como fuma su pipa.

Pero ella no es importante ni especial porque fuma en pipa; de hecho, abusar en el consumo del tabaco hace mucho daño al organismo, eso todos lo sabemos; es especial porque se supo triunfadora desde joven y lo ha sido en todos los terrenos que ha explorado, sin perder de vista el piso que pisa ni el techo que alcanzan sus ojos, porque, dice ella: “La vida es más sencilla de lo que suponemos y al final de nuestro camino somos lo que dimos y dimos lo que somos. Por eso seremos recordados y queridos o todo lo contrario.”

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Veracruz, tierra de mis amores, que da cabida a gente generosa que sabe dar y darse, como Elvira y tantos más veracruzanos.

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