sábado, 26 de enero de 2013

Una pipa distinta cada vez



El abuelo de Maximiliano le dijo a éste una vez, hace muchos años: "Yo fumo tres pipas por día y no repito una pipa en tres meses."

Rápidamente, Maxi, como hoy le dice su esposa, hizo la cuenta: "Mi abuelo tiene doscientas setenta pipas". En aquel entonces Maxí tendría quince años de edad. 

Pasaron los años.

A los diecinueve cumplidos Maxi compró su primera pipa; a los veinte, la segunda pipa; a los veintisiete tenía cuarenta pipas. Luego, en ese mismo año, heredó las pipas del abuelo y alcanzó trescientas diez pipas.

A los cuarenta años de edad había reunido ochocientas veinte pipas. Hoy, a sus setenta y un cumplidos, puede decir con orgullo que fuma cuatro pipas por día y no repite una pipa en poco más de dieciocho meses; tiene la friolera cantidad de dos mil seiscientas cincuenta y siete pipas, de las cuales alrededor del 25 por ciento son inglesas, casi otro 25 por ciento son italianas, el 20 por ciento son danesas, el 18 por ciento de espuma de mar, y tiene pipas rusas, francesas, japonesas, alemanas, etcétera. 

Él nunca se imaginó tener tantas pipas ni se propuso ser coleccionista. De hecho, él dice que no es coleccionista porque no sabe exactamente lo que tiene, aunque es persona ordenada y guardó en cajas las notas de compra, catálogos de pipas y demás que algún día le podrían ayudar a catalogar su colección.

Maxi es comerciante que se dedicó desde joven al ramo de materiales para la construcción. Inició con un pequeño negocio de venta de cemento, yeso, cal, arena, ladrillo, tabicón y varilla. Hoy tiene tres grandes negocios de este ramo y cuenta con una flotilla de 20 camiones o trailers de carga; además, es dueño de cinco grúas y nueve pipas.

Su padre le ayudó cuando empezaba. Los primeros cinco años como comerciante su padre fue muy importante para mantener el negocio. Pasado este tiempo, Maxi vio los frutos del esfuerzo.


Cada vez que compraba una pipa, en México o en el extranjero, observaba detenidamente la oferta existente en las tabaquerías que visitaba; elegía las pipas que compraría basado en sus gustos, el conocimiento que tuviera de la marca o fabricante y de las sensaciones que le causaban al tenerlas en las manos. Podía comprar una o muchas de una vez y me comentó que nunca preguntaba el precio de cada pipa.

La vez que más compró fue en Dinamarca, en 1991, la segunda vez que viajó a Europa. En una gran tabaquería compró 48 pipas.

También, en los Estados Unidos de América, Inglaterra, Japón, Italia, Alemania, Francia, España y varios otros países ha comprado pipas, y todas las que ha comprado las ha fumado.

Si bien fuma una pipa distinta cada vez, tiene en su escritorio 12 pipas que son las primeras 12 que él compró y las que más veces ha fumado: tres Savinelli, tres Dunhill, dos GBD, dos Butz-Choquim y dos Stanwell.

Él no colecciona tabacos, los fuma y las latas y sobres vacíos los tira a la basura. Y fuma de cualquier tabaco, fundamentalmente mezclas de Virginia y Oriental, Virginia y Perique, y ocasionalmente mezclas que contengan bajas proporciones de Latakia. El Virginia puro, por más proceso de maduración que tenga, no le gusta.

-- El Latakia es un tabaco que invade y domina, y el Virginia solo me hace sentir que estoy fumando cigarro. --Me dijo cuando le pregunté sobre sus gustos por el tabaco.

No sabe por qué compró tantas pipas si con 20 o 30 hubieran sido suficientes. Algo le atraía de la pipa que lo hacía comprar y comprar.

Al recibir las pipas del abuelo pasó semanas observándolas, limpiándolas y fumándolas. Ahí aprendió más de pipas que en cualquier otro periodo de su vida.

Cuando alcanzó las mil pipas dijo "basta", pero llegó a dos mil seiscientas cincuenta y siete pipas.

Desde hace ocho años únicamente compra pipas en subastas: las muy raras, las muy antiguas, las que marcaron época o transiciones entre épocas o de grandes maestros ya fallecidos. No ha comprado pipas nuevas de tabaquerías ni de los afamados talladores actuales. Cree que si lo hiciera estaría contribuyendo con su granito de arena a acrecentar un mercado falseado por una gran oferta y poca demanda, lo que ha encarecido productos que han creado el mito de coleccionable.

La pipa más cara que ha comprado le costó 7,500 dólares americanos; las que más satisfacción le dan son 55 pipas inglesas de brezo de entre 1905 y 1910, y 92 pipas de espuma de mar con alrededor de 150 años de antigüedad, todas éstas muy obscuras por el uso, con tallas muy elaboradas y hermosas.

-- No sé qué voy a hacer con las pipas para cuando muera. --Me comentó un sábado mientras comíamos en un típico restaurante. Estábamos bromeando y supuse que esto me lo dijo en broma, por eso le comenté:
-- Cuando mueras, Maxi, nada podrás hacer.

Hizo silencio; tomó unos tragos de vino tinto; luego, me dijo:

-- Hay un alemán que está interesado en mi colección de pipas. Probablemente se las venderé pronto. 
-- ¿Tu salud anda bien, Maxi? --Le pregunté.
-- Bueno, compadre, ¿quién de mi edad puede decir que está del todo bien? Yo estoy regular, digamos, con problemillas aquí y allá: los riñones, diabetes insipiente, dolor fuerte de huesos en época de frío y la vesícula cada vez más latosa.

Hablamos de sus enfermedades y tratamientos. Me dijo que está por vender sus negocios y que se mudará pronto a la Ciudad de México, para estar cerca de sus tres hijos.

Hablamos sobre muchos otros asuntos. 

-- Me encantaría tener unos 130 mil dólares para comprar tu colección de pipas. --Le dije, después de considerar que en tal cantidad, 50 dólares por pipa sería un precio razonable.
-- ¡Hombre, compadre, si no las pienso regalar!
-- ¡Caramba! --Le dije-- ¿Pues cuánto vale tu colección?

Su respuesta fue una sonrisa.

Maximiliano venderá sus pipas pronto. Ya tiene un comprador asegurado y varios otros interesados.

Colecciones así no tienen precio; su valor es del tamaño de la pasión que algunas personas ponen al deseo de tener cantidad, calidad y piezas muy especiales por lo únicas, antiguas, representativas o artísticas, y a todo esto no se le puede poner precio, pero un importe habrá de tener la transacción de entregar a una persona que no conoce el fruto de su amor por las pipas y el esfuerzo de tantos años como coleccionista.

Maxi sabe que el precio que ponga a su colección no será correcto, ni justo lo que le paguen por ella. Pero eso es mejor que cualquier otro destino para sus pipas.

Hay personas así, como Maximiliano, que consideran a las pipas como seres queridos, como hijas, novias o amantes que no desean dejar en manos de personas descuidadas y mucho menos a la intemperie, malbaratadas por mercaderes de productos usados. Sus pipas han de tener una "vida" más allá de ellos mismos, una vida mejor o, al menos, igual de buena que la que ellos les dieron.

Es difícil saber a tiempo el resultado que provocan ciertos comentarios, como el que su abuelo hizo sobre su práctica de rotación de pipas. Quizá este comentario fue la causa de que Maximiliano, sin proponérselo, adquiriera tantas y tan hermosas pipas que hoy, a su edad, además de un gusto son una preocupación.

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